El Oso Pardo (Ursus arctos), no hace mucho que estuvo a punto de dejar de ser el Rey de las montañas cantábricas. Las tropelías del ser humano hacia esta especie, estuvo a punto de conseguir la desaparición del mismo en nuestra región, pero se supo reaccionar a tiempo y la especie parece tener un futuro más halagüeño que hace unos años.
En Asturias, actualmente, la población se divide en dos poblaciones: la occidental y la oriental.
La primera se extiende por los concejos de Cangas de Narcea, Degaña, Ibias, Somiedo, Belmonte, Proaza, Teverga y Quirós, sin olvidar las zonas limítrofes leonesas de los Valles de Lacina y Alto Sil.
La zona oriental, con una población menor, abarca las zonas de Amieva y Ponga, con mucha influencia de población de las zonas que se encuentran entre las montañas palentinas y las leonas, como Riaño.
El oso puede llegar a vivir entre 25 y 30 años y pese a ser una especie de un tamaño considerable, es un animal que pasa desapercibido con mucha facilidad en el territorio, tanto por su carácter como por su pelaje. En cuanto a su morfología, cabe destacar su fortaleza física, siendo capaces de alcanzar los 60 km/h en distancias cortas y de ser buenos trepadores y nadadores. Curioso es observar sus pequeños ojos, al menos en comparación con su poderosa cabeza y sus poderosos colmillos así como sus fuertes garras.
En cuanto a su peso, los ejemplares adultos, pueden llegar a los 180 kg y a una altura de dos metros en el caso de los machos, mientras que las hembras son mas pequeñas y rondan los 85 kg Con estas condiciones se entiende que no pueda tener ningún tipo de enemigo natural, salvo el hombre.
Es omnívoro, se alimentaba de frutos, bayas, setas, insectos, anfibios, pequeñas aves, miel, carroñas o incluso mamíferos de pequeño tamaño. A todo ello hay que sumarle la facilidad para la pesca con sus zarpazos, aunque esa técnica en nuestra región no es habitual.
Su sentido más agudo es el olfato, que compensa con su corta vista, y su notable oído.
Durante los meses de abril,mayo y junio la hembra entra en celo, y, los machos, atraídos por su olor, disputan fuertes peleas por su posesión, en las cuales uno o ambos combatientes suelen acabar con grandes heridas. Durante este tiempo puede ocurrir que los machos en celo se ecuentren con hembras con crías existiendo riesgo de infanticidio por parte de los machos, ya que la muerte de las crias induce la receptividad de la madre para la cópula en unos pocos días
Después de las cópulas, que duran una semana, el macho abandona a la hembra y vuelve a su típica vida solitaria. Alimentándose copiosamente durante el otoño, buscando en mayor parte grasas que le permitirá pasar el invierno aletargado o en hibernación. La hembra, mientras tanto, aparte de alimentarse, excavará una osera o aprovechará un agujero natural donde parirá una cría, por lo general, aunque pueden llegar a tres dependiendo de los recursos alimenticios de los que disponga en su territorio. Se puede dar la situación en determinadas zonas como la zona noroeste de nuestra península, que en algunas ocasiones haya familias que no lleven a cabo la hibernación y esto se debe a la aparición de inviernos suaves y/o con gran cantidad de alimento disponible, siendo mas eficiente continuar alimentándose.
La gestación dura de ocho a diez semanas y las crías suelen nacer entre enero y febrero, sin pelo y totalmente desvalidas. Gracias a la nutritiva leche materna, crecen y cogen peso rápidamente y cuando llega la primavera ya son capaces de acompañar a su madre abandonando la protección de la osera. La hembra les enseñara a buscar alimento y les protegerá, hasta que a los 18-20 meses les expulsara de su territorio, y tendrán que valerse por si mismas.
El vídeo de abajo corresponde con una captura de fototrampeo realizada en los montes de Aller, en Asturias en el año 2019